Por. Elsa Gladys Cifuentes Aranzazu
Un patrimonio a secas es sinónimo de lo económico, de lo material; y un patrimonio cultural en sus más amplias dimensiones es lo que nos transmite valores, mensajes históricos, artísticos, naturales y muy especialmente espirituales, simbólicos, afectivos, que le dan sentido y objeto a la vida de las personas.
Ver una antigüedad, escuchar una canción de los ancestros, leerles un poema, escuchar sus historias, nos permite entender y conocer hasta donde y como evolucionaron, como disfrutaban, como trabajaban, como priorizaban sus momentos y afectos y en este presente nos permite admirar y evocar o también saber que no hacer para no repetir errores.
Cada persona valorará lo recibido y su significado. El valor y el uso que le demos al patrimonio estará de cuenta del criterio y visión que cada individuo tenga.
Usted se puede parar frente a un monumento, escultura, antigüedad y puede derribarlo, destruirlo desaparecerlo o restaurarlo con el respeto profundo de leer y permitir que lean en ese objeto lo que vio el artista o la sociedad en ese momento de la historia. ¿Cómo es posible que el vandalismo con fundamentalismo religioso o ideológico derriben un monumento, que destruyan la historia? Eso es y fue posible en el alma y el corazón despiadado de quien es inculto o criminal.
El patrimonio cultural nos permite conocer y hasta interpretar quienes fueron nuestros ancestros. El acceso a la diversidad cultural nos permite construir y fortalecer la pertenencia y entender que es la cohesión social y territorial.
Si bien es cierto que el patrimonio es el conjunto de bienes, derechos y obligaciones, es más cierto aún que el patrimonio para los humanistas, o sea para toda la humanidad es y debe ser la herencia espiritual, es la esencia del valor de la familia, de los clanes, de los nidos de amor originados en lo biológico y de crianza, ese afecto esos lazos de sentimientos y de afectos son el más grande patrimonio de la humanidad. Basta con que vean en los tres reinos de la naturaleza como encontramos la cooperación, la solidaridad, la pertenencia y el amor genuino de las manadas, eso tan sutil y elemental es lo que más valor le da a nuestra existencia. ¿Cómo no cuidarla?
Volviendo al patrimonio cultural, me atrevo a afirmar que es lo que da más valor a la existencia material, si ustedes miran el paisaje, los atardeceres, el firmamento, los monumentos, la naturaleza, si ustedes escuchan música, suspiran y sienten alegría y eso no se lo facturan, eso no es objeto de la Dian, ni de los inventarios tributarios.
La contemplación y el derecho a la alegría es “gratuita” y produce felicidad eso produce bienestar y no esta monetizado. ¿Se imaginan ponerle valor a eso? Yo puedo mirar, observar, contemplar mis paisajes y todos son míos y por ello no pago nada. ¿Cómo no exigir como patrimonio cultural nuestras esculturas, nuestros monumentos, nuestro arte a cielos abiertos?
Hombres y mujeres que aspiran a ser nuestros congresistas y líderes públicos, agenden en sus propósitos cumplibles, decisiones claras para restaurar, recuperar, cuidar eternizar nuestros patrimonios culturales.
A cuidar y proteger realmente el patrimonio de cada provincia, de cada localidad, de la nación toda y con ello las obras plasmadas hechas y entregadas por los escultores de siempre y por siempre y también las esculturas naturales de los guaduales, humedales, páramos, montañas bosques, fauna y flora. A cuidar el patrimonio recibido y a esculpir el que le dejaremos a nuestras próximas generaciones
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